A esta metodología, añadimos la inteligencia emocional porque el ser humano es un todo, una realidad global. Los recientes estudios en Neurociencia e Inteligencia Emocional evidencian que es necesario realizar un enfoque integral. Un enfoque neuroeducativo que trabaje con el alumno/a desde la tríada “cognición-emoción-conducta” y que se base en cómo aprende el cerebro y cómo influyen las emociones significativamente en el aprendizaje.
El desarrollo de las competencias emocionales es vital para la vida porque influye directamente en la relación contigo mismo y con los demás. Es muy importante enseñar al alumnado la gestión de la impulsividad, la tolerancia a la frustración, cómo gestionar el estrés y la ansiedad.
Que aprendan a tener un autocontrol en su propio aprendizaje para poder integrar un hábito, convirtiéndose en personas con una mejor autoestima, optimistas, capaces de auto-motivarse, responsabilizarse, tomar decisiones beneficiosas para ellos mismos y ser asertivos y resilientes.